Las razones que me obligaron a ver este film no tienen nada que ver con Dylan Thomas, y son cuatro: Keira Knightley, Siena Miller, Cillian Murphy y Gales. Keira y Siena corrieron con mucha suerte: llevan un maquillaje y un vestuario maravillosos (dentro y fuera de la pantalla). Ninguna de las dos es una actriz demasiado talentosa -en mi opinión-, pero me gusta verlas en pantalla. Creo que siento por las dos una especie de girl crush.
Lo de Cillian es ya algo que no puedo evitar, desde que lo ví en Red Eye (de Wes Craven) siempre siento la irrefrenable necesidad de ver sus películas. Además, normalmente elige guiones cuya temática me interesa. Por último, Gales. Creo que ya hablé alguna vez de mi pequeña gran obsesión por Gran Bretaña, Irlanda, y todo aquél nacido en uno de ambos países, lo que justifica mis razones para no perdérmela.
Debo decir, sin embargo, que no fue todo lo que esperaba. A pesar de tener una cinematografía capaz de hacer latir mi corazón más rápido de lo habitual, un maquillaje impecable, un vestuario más que perfecto; y tratar el tema de la guerra y sus consecuencias en quienes luchan en el frente. A pesar de que la amistad entre los dos personajes femeninos me recordó en muchos detalles a mis propias amistades. A pesar de contar con tres actores y un lugar que adoro ver en pantalla.
Simplemente me queda la sensación de que falta algo. Como si me hubieran contado una parte de la historia y me prometiesen más, pero no me lo dieran. No lo sé. No sé si me hubiera servido que fuese un poco más larga. Creo que lo que faltó fue profundizar más en los personajes, sus historias y sus sentimientos.
Se trata de una película correcta, con elementos destacables, y que se puede ver sin caer dormido de aburrimiento. No es una cosa fascinante, pero al menos es capaz de ganarnos un poquito. Un poquito, nada más.
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